Hemos prescenciado una Copa América con un nivel de juego regular, donde los partidos emocionantes fueron contados con los dedos de la mano. Se observó mucha fricción y poco juego, donde los habilidosos fueron absorbidos por marcas pegajosas de a dos o tres rivales.
Siempre se habla de que el fútbol, a nivel mundial, se emparejó. La pregunta es: ¿mejoraron los débiles o empeoraron los mejores? A nivel resultados, sí se han emparejado, pero no tan así en el juego. Sin desmerecer a nadie, pero el nivel mostrado por los cuatro semi- finalistas no fueron muy superiores a los equipos eliminados. Por citar un ejemplo: en Chile- Venezuela, los chilenos pegaron dos tiros casi en el ángulo y una pelota fue sacada en la línea por un defensor venezolano: terminaron ganando los venezolanos 2-1 con dos pelotas paradas.
Da la sensación que los actuales directores técnicos se han basado más en jugar al rugby que al fútbol: en Argentina- Uruguay, los uruguayos terminaron con OCHO jugadores amonestados y un expulsado. Reiteraron sus faltas, alternando jugadores y hasta darle una «patadita» en el tobillo de Messi, para desestabilizarlo y, si fuera posible, sacarlo del partido. Sin embargo, pasó Uruguay.
Uno piensa: ¿se puede defender uno todo el partido y eliminar al rival? Paraguay puso hasta el micro que llevaba a los jugadores para defender el arco contra los brasileños. La «verdeamarelha» se cansó de desperdiciar goles. Si no atajaba Villar, la erraban los brasileños y fue un monólogo de esto durante 120 minutos. Sin embargo, Paraguay se convirtió en el equipo «héroe», sin proponer absolutamente nada.
Los postes son los amigos del arquero: en Colombia- Perú, los colombianos atacaron todo el partido, pegaron dos tiros en los palos, Falcao se erró un penal (raro en él) y los peruanos, en tiempo suplementario, aprovecharon dos errores grotescos del arquero rival para definir la serie.
Lo que ha quedado ahora, en la final, son dos equipos con estilos muy parecidos: defensa muy aguerrida, excelente juego aéreo, un mediocampo diseñado para cortar el juego, un jugador habilidoso que puede cambiar un partido y un delantero neto de área que te lastima cuando la toca. Como espectador, esperemos que no nos den un ataque de sueño y que salgan a jugar para adelante, sin especulaciones, aunque sabemos que esto está cada vez más cerca de la fantasía que de la realidad.