¡Feliz KICK OFF DAY para todos los aficionados al ovoide y a la NFL!
Es bueno ver que ya empieza una nueva temporada.
Y aunque no es mi primera vez como escritor en La Pelota en La Cabeza, si será mi primera vez hablando de fútbol americano, la cual, me alegra anunciar, no será la última pues semana a semana tendré un espacio para compartir con ustedes un poco del deporte de los emparrillados.
Hoy por ser un día especial, no voy a empezar con una previa, ni un análisis exhaustivo de la Semana 1. No, hoy voy a compartir una historia. En el otoño del año pasado se me ocurrió escribir una serie de 4 cuentos. De todos ellos, Touchdown es el segundo. Me inspiraron dos cosas: el amor que tengo por el fútbol americano (que es el mismo que siento por todo deporte) y un cuento de Haruki Murakami llamado Antología Poética de los Yakult Swallows. En el mismo, Murakami explica porque es fan del equipo tokiota de béisbol. Entonces se me ocurrió hacer una especie de cuento ensayo, en el que el narrador (que puedo o no puedo ser yo, lo dejo a criterio de ustedes) explica por qué le gusta el fútbol americano.
Puede que luego de leerlo, siga sin gustarte el fútbol americano. Como puede que sí. En cualquier caso, por ser inicio de la temporada quiero compartirlo con ustedes. Tal vez dentro de todas las personas que lo lean, haya alguien que se sienta identificada con esta historia. Para mí, eso estaría genial. Y si te gusta la NFL, pues que disfrutes la nueva temporada, y acompáñanos acá en La Pelota en la Cabeza.
TOUCHDOWN
Esta es una suerte de ensayo.
Bueno, Usted lo sabe. Después de todo, usted lo asignó. Se me antoja un poco raro, el hecho de que siempre termino en situaciones raras en las que tengo que hablar de mí. En este caso, tener que hablar de algo que me gusta, como parte de un ejercicio de…
Bueno, usted sabrá. Pasa que a veces, a veces mi vida parece una novela surrealista.
Jamás había hablado de Fútbol Americano con alguien como Usted. Pero supongo que para Usted será la primera vez que alguien, como yo, le hable de Fútbol Americano. Aunque, pensándolo mejor, quizás es incluso la primera vez que alguien en general le hable de fútbol americano, así que primera vez, para usted y para mí.
Para empezar, he de aclarar que soy un acérrimo fan deportivo, toda mi vida lo he sido. De hecho, si no me dedicará a lo que hago ahora, seguramente trabajara en algo relacionado con el deporte. Se de estadísticas, análisis e historia de distintas disciplinas, las haya visto o no en vivo. Pero, con el «football» tengo una relación muy especial.
Lo siento, pero no voy a explicarle de qué va, ni las reglas del juego. Si desea saberlo, puedo dejarle algunas fuentes de información luego, no se, páginas web e incluso un libro que explica normas y reglamentos del Fútbol Americano (nota: pueden encontrar el reglamento en el siguiente link https://lapelotaenlacabeza.com/2022/02/12/como-se-juega-al-futbol-americano/?preview=true). Sin embargo, por experiencia le digo, que para entenderlo, lo mejor es verlo. Verlo una y otra vez, partido tras partido. Puede que al principio, le parezca estar viendo algo totalmente inteligible, como una suerte de señales en sánscrito a lo largo de un extenso engramado. Pero, poco a poco, irá entendiendo algo aquí, y algo por allá, como derramar agua en una mesa, al principio se moja un sitio en particular, pero luego inexplicablemente, se moja otro porque el derrame fluye hacia todos lados. Así me pasó a mí.

Sería más o menos, el otoño del 2006, cuando vi fútbol americano por primera vez. Era una tarde fastidiosa de domingo, y hacía zapping con el mando a distancia. Pensaba en el engorro que suponía ir a clases al día siguiente, me gustaba mucho estudiar, pero no me gustaba estar solo. Y eso era lo que pasaba en aquel tiempo, estaba solo, no tenía amigos y mucho menos novia. Estaba en mi último año de secundaria, y pintaba que sería un año extremadamente largo, constantemente sufría de abusos por parte de mis compañeros, pero obviamente así funcionan las cosas en secundaria, unos oprimen otros son oprimidos, unos tienen amigos y hay otros que no. Yo era de los segundos en cada caso, ese era mi lugar, y ya había aprendido a lidiar con esa realidad. Ayudaba también el hecho de saber que sería mi último año en aquel lugar, un poco menos, porque las clases habían empezado en octubre y terminarían en Junio del año siguiente, y para entonces, yo esperaba tener un cupo asegurado en la universidad.
El caso es que, un domingo del otoño del 2006, una tarde de un domingo de noviembre del 2006, yo hacía zapping en la televisión, no al azar, claro.
Yo sabía lo que buscaba, buscaba un partido, preferiblemente de fútbol, o tal vez de básquet, «¿Había empezado ya la temporada de NBA?», me pregunté. Seguí saltando de un canal a otro, hasta que me topé con un partido de Fútbol Americano, jugaban los entonces San Diego Chargers, no recuerdo contra quién, pero estaban ganando los Chargers. Tenía una vaga noción de cómo se jugaba el fútbol americano, por lo que había visto en películas y series, sabía que existe una suerte de capitán, alguien que lo comanda todo en un terreno de juego, un mariscal de campo, un Quarterback, le dicen… es el único que lanza el balón y dirige el ataque. El del equipo de San Diego aquella tarde era Rivers, Philip Rivers, y lo primero que me impresionó fue como salía el balón disparado de su brazo, en cuestión de centésimas, otro jugador recibía aquel balonazo como quien recibe el periódico por parte del encargado del quiosco. El analista que comentaba la jugada hablaba de una formación “escopeta”. Sonreí para mis adentros, no podía ser más adecuado, Rivers había prácticamente disparado aquel balón ovalado.
Habían otros jugadores en el campo de juego y ,de vez en cuando, Rivers no lanzaba el balón, se lo daba en las manos a otro jugador que una vez tenía el ovoide en posesión, arrancaba a correr como si llevará un mensaje de vida o muerte. Aquel hombre podía hacer que los rápidos lucieran lentos. Se llamaba LaDainian Tomlinson, jugaba en la posición de Running Back, y lo hacía extremadamente bien. Me preguntaba el por qué a veces el balón se lanzaba y por qué a veces no, entonces me puse a detallar el juego un poco más, y me di cuenta que las formaciones de la ofensiva y las de la defensiva cambiaban, supuse que debía las jugadas estaban basadas en una estrategia. A todas estas, había logrado olvidar el
sentimiento de hastío que me producía tener que ir a clases al día siguiente, aquello hizo que me enamorara de la NFL… y de los San Diego Chargers.

Me gustó mucho el elemento de las formaciones y las estrategias, sobretodo este último, pues he sido aficionado a leer biografías de genios como Alejandro Magno, Publio Cornelio Escipión o Napoleón. Sin embargo, tenía que estar muy atento, para seguir el hilo de lo que pretendían tanto entrenador como mariscal. Al principio me costaba, pero luego le agarré el tino. Siempre que podía ver un partido, me perdía por completo en la trama del mismo. Aquello me generaba una especie de sosiego, y es que en el fútbol deben imperar la cabeza fría y el corazón caliente, como una propaganda de vinos. Sin cabeza fría, pierdes la disciplina y la química con el equipo. Y sin el corazón, se pierde la voluntad de llevar tu anatomía un poco más allá.
Ambas cosas, a la edad que tenía, con el entorno en el que estaba y con todo lo que se me venía encima debía tenerlas conmigo siempre. Si mantuve la compostura, la frialdad y la voluntad aquel año, fue gracias a lo que aprendí con el fútbol americano. Cuando terminó la temporada, estaba a tres meses y medio de acabar el bachillerato. Ese mismo año, durante las vacaciones de verano antes de empezar la Universidad, una noche fui a cenar en una pizzería que estaba decorada con diversos souvenirs deportivos, uno de ellos era un casco de los Miami Dolphins firmado por nada más y nada menos que Dan Marino.
El fútbol americano también marcó varias etapas de mi vida. Por ejemplo, en la universidad, tuve 10 amigos en total. Al tercero de ellos lo conocí hablando de deportes:
– ¿Entonces te gustan los deportes?
– Pues si, creo que puedo hablar con propiedad de varios.– dije yo
– ¿Cuál es tu equipo favorito en la MLB?
– Los New York Yankees – dije yo
– Boston Red Sox – replicó el– ¿Y en la NBA?
– New York Knicks – Contesté yo
– Uy, terrible, yo le voy a los Boston Celtics.
– En la NFL, le voy a los San Diego Chargers.
– Yo a los Denver Broncos – dijo él quedamente.
– Por seguir llevando la contraria ¿No?
– No, por John Elway…
Así conocí a uno de mis mejores amigos en todo el mundo.
Recuerdo que la temporada que ganaron los New Orleans Saints, estaba terminando el segundo año de mi carrera universitaria, pero también fue el año en el que sufrí mi primera pérdida amorosa. En aquel verano, antes de que empezara la temporada, jugué fútbol americano en Playstation, día tras día, aliviaba un poco el dolor y además, me hacía dormir.
El verano dio paso al otoño, y a la temporada también, terminó el 2009 y el primero de enero de 2010,amanecí con una fuerte intoxicación (nunca tome ron mientras se atiborra de Doritos) Todo el abdomen se me puso rojo con un escozor inmortal. Tuve que pasar gran parte del primer día del año en una sala de emergencias, mientras el antialérgico me hacía efecto y el seguro que tenía en aquella época, emitía la clave para el alta médica. Fui el tercero que llegó con una intoxicación ese día, y el último en irse.
Mientras esperaba en la sala de urgencias yo veía aburridamente una película de esas malas que loscanales de televisión guardan para emitirlas únicamente en año nuevo, entonces una enfermera, con lentes de pasta, pelirroja, pecosa y muy bonita, con un control remoto en la mano, me preguntó qué quería ver, yo le dije que ESPN, y entonces ella lo colocó. Pasaban el Rose Bowl, un juego de football americano que se juega ente equipos universitarios en EEUU, en esa edición jugaron los Oregon Ducks y los Ohio State Buckeyes, un buen partido. La enfermera, se sentó a mi lado y me preguntó qué era eso, le expliqué rápidamente, el juego, las normas y el sistema de puntuación. Ella también se quedó enganchada con el juego, y como no llegaban pacientes se quedó conmigo un rato más.
– ¿Te sientes bien? – preguntó ella de pronto
– Sí, al menos ya no me pica y ya no se me ve tan grotesca la panza, parecía una pintura de
Jackson Pollock en la que sólo usó pintura roja.
Ella se rió
– Bueno, gracias a Dios no fue de gravedad… ¿Estudias algo?
– Si, Derecho, estoy en 3er año.
– Cualquiera podría pensar que eres periodista deportivo, eres muy bueno para eso de los
deportes, para explicar y manejar estadísticas. Pero, supongo que como abogado también debes ser muy bueno, se nota que eres muy listo y te gusta leer, ¿verdad?
– Bueno, no creo ser tan listo, pero sí me gusta leer.
Cuando el juego llegó al medio tiempo, también llegó la clave para el alta. Mi mamá, que había estado comprando cosas para la dieta que debería seguir durante una semana pasó por mí, y pude llegar a la casa para el inicio de la segunda mitad del Rose Bowl, ganaron los Buckeyes por marcador de 26-17. El resto del día estuvo bien, excepto porque mientras todos cenaban pernil y ensalada de pollo, yo tuve que conformarme con casabe y una pasta de berenjenas, calabacín y ajo que mi mamá hizo al horno. La enfermera que habló conmigo me dio su número antes de irme, no es que yo se lo hubiese pedido, simplemente me lo dio “por si quieres hablar en algún momento”, me dijo, lamentablemente, no saqué el papel del pantalón, y lo perdí cuando lo metieron a la lavadora, pero poco tiempo después,
intentando ponerme en contacto con ella de nuevo para invitarla a ver el Super Bowl entre los New Orleans Saints y los Indianápolis Colts, me enteré que aquella linda enfermera murió a finales de enero de ese año, mientras cruzaba la calle y un imbécil se comió la luz del semáforo a 120 km por hora. El culpable se dio a la fuga, jamás lo atraparon. En cuanto a mí, confieso que enterarme de aquello, me partió el corazón. Las noches que no puedo dormir, a veces, pienso en ella. Solo eso.
Fue gracias al fútbol americano, que empecé con una manía de dividir épocas de mi vida, en temporadas deportivas o por estaciones. El fútbol americano está muy ligado al otoño (también al invierno) y a los últimos días del año. Hay tres cosas que me encantan: otoño, football y fin de año. Fue en el 2010, el año en que empecé a seguir el fútbol americano universitario, en que empecé con dicha práctica, terminaba el 2010 y empezaba el 2011. Durante aquellos días finales, recuerdo haberme sentido muy solo a veces, me reconfortaban los jueves, los sábados, los domingos y los lunes. Y aunque de dónde vengo era la época donde empezaba el calor, la verdad es que muy dentro de mi corazón caían las hojas y soplaba un viento frío, la universidad entró en una seguidilla de paros y las vacaciones de diciembre se adelantaron un par de semanas. Soledad, café, cigarros, jazz y Football era el leitmotiv de mi vida.
Aquel año los New England Patriots dominaban la NFL, y el primero de enero vi el Rose Bowl en el que los TCU Horned Frogs le ganaron a los Winsconsin Badgers, 21-19, fue hermoso.
De todos mis familiares, siempre tuve una relación estrecha con mis abuelos, tanto maternos como paternos, la penúltima en morir fue mi abuela materna, en el año 2014. El fin de semana siguiente al Súper Bowl que ganaron los Seattle Seahawks ante los Denver Broncos, ella falleció. Uno de mis hermanos la encontró en su cama sin respiración. Mi abuela había estado luchando con un cáncer que se la llevó a la tumba en cuestión de meses, dos meses. Cuando la diagnosticaron en diciembre de 2013, aparte de la tristeza que imperaba en la casa, la soledad y el desorden en el que tenía mi vida, ESPN cambió sus operaciones al Cono Sur, y dejaron de pasar fútbol americano universitario, porque al estar ahora en Argentina, es más importante hablar todo el día de Maradona, Messi y Boca- River, no tengo nada en contra, pero habiendo tantos deportes y tantas hazañas, enfocarse en tres cosas solamente, me parece algo bastante idiota.
En fin… No fueron unas buenas navidades. Pero no solo tengo esos recuerdos lúgubres, también hubo una temporada de fútbol que fue la más feliz de mi vida. Fue en el año 2012, cuando recién estaba graduado de la universidad, que el fútbol fue un dulce acompañante de todo lo maravilloso que me ocurrió. Notre Dame, en el fútbol americano universitario, había empezado lo que sería una temporada de imbatibilidad. Y yo empecé a escribirme con una buena amiga que se había graduado conmigo, y así como los Fighting Irish fueron creciendo cada vez más aquella temporada, también había algo fue creciendo entre mi amiga y yo. El día que se jugó el Poinsettia Bowl, ese día le dije que me gustaba mucho y su respuesta fue: “Yo no encontraba la manera de decirte que siento lo mismo por ti.” Fue una noche muy feliz, el aire del atardecer jamás había sido tan dulce. ¿Y sabe qué? Jamás lo volvió a ser.
A ella le causaba interés que me gustase el football, “eres toda una caja de sorpresas”, solía decirme. No intentaba aprender del juego, ni nada, solo le gustaba que siguiera algo con mucha pasión. Aquellos días de diciembre, solíamos hablar de todo un poco durante horas y decirnos muchas palabras de amor, pero ahora no puedo recordar los diálogos de entonces, supongo que porque así duele menos. Lo único que puedo recordar, fueron los juegos que ví o sucedieron, en los momentos a su lado o con ella. Por ejemplo, los WKU Hilltoppers y los Central Michigan Chippewas se enfrentaron en el Little Caesars Bowl, la noche de nuestro primer beso. Paseamos tomados de la mano, por un parque que quedaba muy cerca de la casa de ella y más aún, de la mía, las luces de diciembre rodeaban los árboles y habían extensiones que colgaban de las ramas alumbrando una noche de luna llena, a nuestro alrededor los niños, acompañados por sus padres, reían, gritaban y jugaban con las bicicletas, paninetas o monopatines que les hubiesen dejado a un lado del arbolito. En ningún momento, pensé en el juego, ni en otra cosa. Y es que, los ojos de la mujer que caminaba a mi lado, brillaban sin cesar, adornando así las luces de los árboles y la brisa propia de las tarde-noches valencianas en diciembre. En fin… en un momento, después de una sonrisa cómplice, llegó el beso. Cierto que no había muerdago, pero si miles de bombillos navideños que hacían la misma función, aquel beso fue como un milagro y además tuvo cierto gusto a peppermint.
Oficialmente nos hicimos novios el Primero de Enero, si no me falla la memoria, fue a la 1:20 am. Aquella noche yo estaba con mi familia y ella con la suya, de modo que aquella conversación tuvo lugar vía telefónica:
– ¿Sabes? Estaba pensando…– empecé a decir yo, despues de un trago de Jack Daniels– Es
primero de enero… Y pues hay un inicio desde cero para todo.
– Estoy de acuerdo… ¿Qué propones? – repuso ella.
– Pues… ¿Qué te parece si…?
– ¿Te refieres a…?
– Si… ¿Por qué no? Empezamos un año y también un camino juntos. ¿Qué dices?
– Kenneth… Ken… Kenny…–soltó, antes de añadir– La verdad es que si, claro que quiero… Claro que quiero. Desde siempre lo he querido.
El resto de la madrugada, fue feliz, animada y alegre, yo me reuní con unos vecinos a jugar video juegos, póker y seguir bebiendo alcohol. En cierto punto, a las 4 am, ella me mandó una nota de voz:
“Hola precioso… Creo que voy a acostarme a dormir. Tú deberías hacer lo mismo, después de todo hoy se juega el Rose Bowl ¿No? Si te quedas dormido te lo vas a perder. En fin… Te quiero, no lo olvides. Te mando un millón de besos”.
Por cierto que, en esa edición del Rose Bowl, se enfrentaron los Winsconsin Badgers y los Stanford Cardinal, para mí fue uno de los mejores que haya visto. Ganó Stanford, yo vi el primer cuarto completo, mientras comía una sopa de res que había hecho una tía para pasar el trasnocho de todos. El resto del juego lo vi a trozos adormentado entre narraciones de jugadas, gritos de Touchdown y algunos ensueños con esa mujer que tanto amé. ¿Qué soñé? Eso solo lo guardo para mí. En ese entonces eran
dulces premoniciones que componían lo que era solo de nosotros, como por ejemplo, el millón de besos. Hoy en día, son las esquirlas que hirieron, pero no mataron. Y que yo guardo como si fuera unveterano de guerra… Ya no duelen, claro. Pero no vuelves a ser el mismo, como la piel tampoco vuelve a ser la misma con una cicatriz.
¿Qué pasó? Bueno, los Notre Dame Fighting Irish, no perdieron un solo partido de temporada regular, y llegaron a la Final por el Campeonato Nacional Universitario ante la Universidad de Alabama. Y los Crimson Tide aplastaron a Notre Dame por marcador de 45-13, el 6 de enero de 2013. Aquel juego fue una mala premonición… Notre Dame fue un equipo perfecto durante la temporada, y aquella relación fue creciendo y haciéndose más intensa, paralelamente. Y luego de aquella derrota, a los meses toda esa magia se perdió, más nunca volvió. De hecho, poco después de terminar definitivamente, Notre Dame se enfrentó a una de las peores temporadas que haya visto. Y ella, pues ella se casó con un cardiólogo.
A veces creo que, la temporada que Notre Dame vuelva a ser invicto, esa temporada volveré a
enamorarme y alguien se enamorará de mi. Y sabré que es la indicada, cuando contra todo pronóstico, Notre Dame vuelva a alzar el campeonato, entonces esa será la mujer con la que pase el resto de mi vida. Hace un año terminaron invictos, pero fueron apaleados por Alabama en la semifinal, al igual que yo fui apaleado por la vida. Quizás por eso Notre Dame es mi equipo favorito de fútbol americano universitario… Aunque no ganan un campeonato desde 1988, quién sabe… Todo puede pasar, en el football y la vida.
Ahhh… Los San Diego Chargers de la NFL ya no existen, es una pena, el dueño mudó el equipo a Los Ángeles y luego de ello, me cambié a los New Orleans Saints, y desde entonces, le he ido a ellos, tengo gorras, camisetas, sweaters y toda la parafernalia del buen fan.
Me gustaría seguir hablando, pero los Texas A&M Aggies tienen la oportunidad de arrebatarle el invicto a los Alabama Crimson Tide, creo que los Aggies irán por el gol de campo. Tal vez, lo que le digo sea como escuchar una lengua extranjera, pero no. Es simplemente fútbol americano… Una pasión que me ha acompañado muchas más veces de las que puedo contar.
Me despido con las siguientes palabras:
Touchdown
The Kick is Good ��